07/02/2012 - ANIMALES DESAFIANTES
Historia:Mis abuelos, fallecidos hace muchos años, vivieron de lleno la guerra civil española. Lo pasaron muy mal, como casi todos sus coetáneos. Eran tiempos de mucha penuria en todos los sentidos. Además, el hermano de mi abuela era un conocido oficial de la CNT. Del bando perdedor, por tanto. Pasó los primeros años de la posguerra en la cárcel de Santander, situada en la calle Alta. Mis abuelos residÃan a cinco o seis kilómetros de la cárcel y aunque tenÃan que alimentar a cuatro hijos, todos los dÃas mi abuela preparaba un pequeño macuto con comida y se hacÃa los diez o doce kilómetros entre ida y vuelta. Andando, claro. En alguna sobremesa, aprovechando que no habÃa comenzado la novela de la radio que ella seguÃa habitualmente, le oà comentar historias sobre las consecuencias de la guerra.Experiencias vitales. Por lo visto, en el vestÃbulo de la cárcel, mientras esperaban los familiares de los presos para entregar los vÃveres, les acompañaba un perro pastor alemán. Siempre llevaba en la boca una bolsa con comida para uno de los presos, compañero de sus familiares encarcelados. Un dÃa, mi abuela decidió seguir al perro. Se dirigió a la estación del ferrocarril, situada a poco más de dos kilómetros de la cárcel, en sentido contrario a la carretera que conducÃa a su casa. Una vez allÃ, el perro se metió en un tren cuyo destino era Torrelavega. Mi abuela, impresionada por el descubrimiento, indagó algo más sobre el can. Por el revisor del tren supo que tomaba todas las mañanas el tren en Torrelavega y mediado el dÃa regresaba desde Santander, una vez cumplida su misión. Ni que decir tiene que todos los usuarios y trabajadores le tenÃan un aprecio especial. ImagÃnense, en aquella época, lo que pudo suponer para los familiares de aquel preso no tener que desplazarse desde Torrelavega a Santander todos los dÃas del año para proporcionar algo de alimento a su ser querido. Además, sin costo alguno, ya que el perro viajaba gratis.
Otra de las historias reales que contaba mi abuela trataba sobre una gata de su propiedad. Quedó preñada y mis abuelos no querÃan más gatos. Bastantes problemas acarreaba alimentar, vestir y educar a sus hijos en tiempos tan delicados. Decidieron que mi abuelo se desplazara, en su bicicleta, con la gata a Renedo, un pueblo situado a unos veinte kilómetros, y allà la abandonara. Un dÃa soleado cumplió el cometido. Al cabo de ocho dÃas, la gata se presentó en la casa familiar acompañada de siete preciosos gatitos recién nacidos. Al parecer, la gata fue transportando uno a uno a todos sus retoños, recorriendo distancias cortas y agrupándolos. Asà recorrió los veinte kilómetros largos que separaban Renedo de la casa de mis abuelos. Por supuesto se quedaron con toda la prole. La gata, que llegó descompuesta, habÃa demostrado que los animales pueden tener los suficientes arrestos como para desafiar las voluntades de los humanos.
Espero que estas dos historias vividas y contadas por mi abuela Carmen nos hagan recapacitar sobre las acciones tan ejemplares de los animales. No cabe duda que siempre tenemos algo que aprender de esos cuadrúpedos maravillosos.
Creado por: Luis Antonio Lopez MartÃnez
Población: SORIA
Provincia: Soria